Las mamás somos humanas, aunque a veces parezcamos una super heroína que puede con todo. Somos la que nutre, la que abraza, la que acoge, la que escucha, la que acompaña a dormir y se levanta a media noche, quien cura un rasguño, lleva varias agendas, la suya y la de todas las actividades de sus hij@s, y un sinfín de tareas infinitas más. Y esto puede parecer un juego de malabares, y ciertamente hay días que así es. Y hay días que necesitas un RESPIRO en mayúsculas. Es muy bueno pedir ayuda, buscar apoyo en tu pareja, en un canguro, en lo que una necesite. Dedicarte una tarde para hacer sofá, meditar, cantar, crear o eso que a ti te da vitaminas. ¡Eso necesitas como el aire que respiras! Cuidarse y darse espacio es amarse. Y cuando has recibido, puedes regresar y volver a entregarte con todo tu amor a tu familia. Hay un momento para ti, te lo mereces. Después de mi proceso con la fibromialgia, aprendí a darme un lugar y a no dejarme la última para todo. Eso me ayudó mucho a que desapareciera el cansancio y el dolor, entre otros cambios vitales.

Hoy tengo más recursos todavía que en aquel entonces. Y uno de ellos son los aceites esenciales. De verdad os digo que son un chute de energía, para el cuerpo y las emociones. Pues todas sabemos que en una casa con niños lo que más abunda son las emociones. A veces hay maremotos de emociones. Y aunque cultivamos toneladas de paciencia, yo siento que hace falta algo más. Un aliado para vivir el día con mucha alegría y calma interior. Es como abrir la maleta de maga y sacar una poción, un gadget. Ahí va una receta por si tenéis ganas de probar algo nuevo o simplemente nutriros, cuidaros y daros atención: