MAPÚ Y LA ZORRA
Inspirado en la esencia Lady Sclareol de YL

Mapú era una viejita que vivía en las montañas. Allá cobijada en su cabaña llevaba una vida sencilla, cultivaba su huerto, paseaba por el bosque y era amiga de los pájaros.
Una tarde que andaba recogiendo las piñas tiernas de los cedros, encontró una zorra herida que tenía una pata infectada. Mapú se acercó lentamente, pues el animal cojeaba, no podía correr y no quería asustarle. Enseguida percibió que no tenía intención alguna de escapar. Era como si le estuviera esperando. Entonces le habló suave:
– ¿Necesitas que te ayude?
La zorra asintió con la mirada. Y regresaron juntas a la cabaña.
Mapú extrajo la espina de la pata y limpió la herida.
La zorra durmió en la casa aquella noche, y otra y otra y muchas más. Ya había pasado casi una luna cuando Mapú tuvo un sueño tan real como la luz del día.
La zorra había entrado en la casa y estaba sentada a los pies de la cama. Y después de mirarse un rato en silencio, el animal le preguntó:
– Mujer, ¿Por qué tus ojos tienen ese velo de tristeza?
Mapú se incomodó al principio, pues la zorra había sentido su anhelo interior. Y le contestó como pudo:
– Estoy triste porque me siento como la tierra yerma que ya no da fruto. Hace mucho tiempo que la sangre de vida ya no fluye en mí.
La zorra le miró sin pestañear y le dijo:
– Ahora eres una mujer sabia pues ya fuiste todas las mujeres que ahora habitan en ti: fuiste doncella, madre, amante y ahora anciana. No hay sabiduría más grande que toda tu vida. ¡No estés más triste! Mira, ¿sabes dónde marchó tu luna? – la zorra levantó la cabeza y miró las estrellas. – Allá en el cielo está.
La luna blanca te guiará. Todas sois mujeres creadoras hasta la muerte.
Mapú despertó de repente después de aquellas palabras y salió tan deprisa como pudo al cobertizo y enseguida supo que ya no encontraría la zorra durmiendo sobre la alfombra. Había marchado. Mapú estaba feliz. Su corazón se había encendido de nuevo después de aquel sueño. Aquella mañana se lavó, se puso su mejor aceite y aquella falda que guardaba para celebraciones. Cogió una flor y se la puso detrás de la oreja mientras se miraba al espejo.
Una gran sonrisa iluminó su rostro bello y arrugado.

Luego sacó del baúl de los tesoros dos agujas de tejer y todas las lanas de colores que había guardado durante tanto tiempo. Y sin más empezó a tricotar, durante, días, semanas, meses. Tejió y tejió tanto que aquella colcha se convirtió en un camino que unía su cabaña con el pueblo más cercano. Y aunque no sabía cuándo podría parar, ni cuando terminaría aquella creación ella seguía sin más.
La colcha entró en el pueblo, cruzó sus calles y algunas mujeres, maravilladas por los colores de la manta, se sintieron llamadas a descubrir de donde venía o a donde iba aquel camino de punto. Así empezaron a llegar a la cabaña de Mapú. Algunas le contaban sus alegrías, otras sus penas, siempre mientras tomaban té. Otras se refugiaban huyendo de algún peligro. Había mujeres que venían a cantar o a escuchar las historias más antiguas del pueblo que sólo conocía Mapú.
También había quien se quedaba a tejer aquella colcha que no tenía fin. Mapú siempre compartía todo lo que sabía: sus remedios, sus recetas, sus canciones, sus cuentos, su vida. Y por las noches, contaban las almas que se dormían las últimas, que cuando aparecía la luna por encima de los árboles, siempre había una zorra que rondaba el lugar. Muchas veces les parecía que el animal sonreía y se volvía a adentrar en el bosque. No daban crédito a lo que veían pues la razón les decía
que los animales no sonríen o ¿tal vez si? En el pueblo todavía cuentan que en la cabaña de Mapú todo es posible, un mimo, un llanto compartido, un abrazo que arropa, una caricia en los pies. Mapú murió rodeada de mujeres hermosas, y su alma continua presente en el lugar pues todas las noches se escucha un tambor que suena junto a un fuego y un caldero que hierve sin cesar. Y hasta altas horas de la madrugada resuenan las risas, los cantos y los aullidos.

Mònica Gallifa
Invierno del 2017, conectando con mi parte anciana

Este cuento está inspirado en el aceite esencial Lady Sclareol, una sinergia creada por Young Living. Contiene sándalo, cilantro, geranio, bergamota, ylang ylang, vetiver, naranja, salvia officinalis, salvia esclarea, abeto azul, hierbabuena, jazmín, hinoki. Es una esencia espectacular para acompañar los procesos de menopausia y plenitud de la mujer. Es uno de mis aceites preferidos que uso como perfume. Me arropa en momentos vulnerables.

Te sugiero oler siempre antes de leer. Al menos un minuto o siete respiraciones profundas. Si deseas conseguir este aceite esencial puedes contactar conmigo en monicagallifa@gmail.com