LLAMANDO A LAS AGUAS
Inspirado en la esencia Sclaressence de YL

Huy vivía en el bosque. Despertaba al amanecer, y justo abrir los ojos se levantaba de un brinco e iba a lavarse la cara al río. Olía a cada paso todo lo que el aire de la mañana traía y entonces sabia como sería su día.
A veces llegaban aromas de sus amados animales que siempre le acompañaban. Unos dormían con ella, otros le seguían y algunos le visitaban cuando era necesario.
Aquella primavera el sol lucía con fuerza, y el valle empezaba a estar seco. Le habían hablado de Zulú, la anciana hechicera que sabía como atraer las nubes y la lluvia.
Después de ir a la poza donde se bañaba y ver que el agua ya no le cubría decidió ponerse en marcha.
Se puso sus botas, cogió su arco y la zorra empezó a seguirla. Las dos sabían que ir al encuentro de Zulú sería un reto. Vivía en el valle de la Salvia, allí donde la planta crecía frondosa y feliz.
Cómo llegar era un misterio, solo los senderos secretos del bosque podrían guiarla hasta el lugar. Habían andado tres días y descansado tres noches cuando se encontraron un erizo puntiagudo y viejo que les miraba mientras comían.
– ¿Donde vais? – les preguntó
– A ver a Zulú, y a invocar la lluvia
– Aahh! Está muy cansada, cada vez es más difícil encontrarla
– ¿Tú sabes el camino para llegar? Llevamos dando vueltas por este valle hace tres días
– Bueno, quizás sí, quizás no – les dijo el erizo desdentado.
– ¡Cuéntanos lo que sabes erizo!
– ¿Tienes buen olfato?
– Sí, ¿por qué?
– Te voy a dar un consejo, si quieres encontrar a Zulú tendrás que afinarlo. Su casa huele a salvia, hinojo y menta. No sigáis el camino, guiaros por estos aromas y llegareis donde buscáis.
– Pero todo aquí huele a Salvia
– Ya, pero ella por las mañanas toma su infusión y le añade el hinojo y la menta y todos los que vivimos aquí sentimos el vapor que humea y su suspiro de placer después del primer sorbo. Ese es el secreto. Si no lo sientes, puedes recorrer todo el bosque de arriba abajo y aunque pases por delante no le verás, pues solo le encuentra quien le huele. – el erizo se giró y empezó andar sin despedirse.
– ¡Gracias! – le gritó Huy.
Deberían aguardar la salida del sol y estar atentas. Huy y la zorra se durmieron acurrucadas bajo un árbol guardián. Le despertó la zorra que le empujaba las manos con su hocico. Huy solo abrir los ojos empezó a sentirlo. Cogió el zurrón y se puso en pie, la zorra ya se había adelantado. Tenían que ser rápidas ese momento era breve, era una puerta para llegar a Zulú.
Cruzaron veloces el bosque, guiadas por el rastro, no importaban los arañazos de las zarzas, aquel aroma había abierto un ímpetu, unas ganas salvajes de correr y cruzar la vegetación, un instinto animal que nada podía parar.
De repente se abrió un claro. Y se pararon en seco las dos. Era como si se hubiera trazado un círculo que protegiera la vieja cabaña que estaban viendo. Se abrió la puerta y Zulú salió con una taza en la mano. Era una anciana de una belleza exquisita. Su rostro arrugado era dulce como las flores, su vestido de lino relucía al sol, sus pies descalzos parecían acariciar la tierra al andar. Entonces se sentó y sorbió la infusión y suspiró tal y como les había contado el erizo. Huy y la zorra observaban en silencio, hasta que Zulú levantó la vista y dijo:
– ¿Quién anda ahí?
– Somos Huy y la Zorra, del valle de Ahohon. Venimos a pedirte ayuda.
Entonces hizo un gesto con la mano y les invitó a cruzar la línea. Había permiso y fue fácil.
– La lluvia, el agua que llega del cielo, solo se puede pedir con el corazón.
– ¿Cómo sabes que venimos porque necesitamos el agua?
– No siempre hace falta hablar – contestó.
– Tomaros un poco de infusión y sentid qué pasa en vuestro útero
Bebieron en pequeños sorbos. Y Huy empezó a sentir como su vientre se relajaba, se refrescaba. Sentía como su jardín vaginal florecía. Y una luz verde y suave empezaba a iluminarse en su vacío creador e iba liberando los restos del invierno llevándolo todo hacia tierra a través de sus piernas y sus pies. Era como cuando se deshielan las nieves y el río vuelve a fluir. Sintió mucha alegría y al mirar de nuevo a Zulú, vio como ella sonreía. Ahora las aguas del cuerpo estaban puras.
Le invitó a levantarse y se pusieron una frente a la otra: mirándose profundamente, conectando sus corazones, enraizándose hasta el centro de la tierra. Y entonces Zulú dio la señal, y las dos a la vez alzaron la cabeza y miraron al cielo. Allá arriba oyeron la llamada, sintieron las aguas de las dos mujeres llamando más agua para la tierra. Y se empezaron a presentar las nubes. Y el sol pareció retirarse y en poco tiempo empezó a chispear. Y a cada gota de lluvia, Huy sentía una alegría inmensa en su piel. Puro placer. Vida. Era lo mismo que sentían los árboles en sus hojas. Zulú abrazó a Huy. Y ella y la zorra marcharon mientras llovía.

Mònica Gallifa
Marzo de 2019, creado en fase pre ovulatoria.

Este cuento está inspirado en el aceite esencial Sclaressence, una sinergia creada por Young Living. Contiene dos tipos de salvia esclarea, menta e hinojo. Es una
esencia espectacular para acompañar los ciclos de la mujer.

Te sugiero oler siempre antes de leer. Al menos un minuto o siete respiraciones profundas. Si deseas conseguir este aceite esencial puedes contactar conmigo en monicagallifa@gmail.com